Llevar a buen puerto un proyecto de diseño de interiorismo depende en gran medida de su planificación estratégica. Con la consideración de las cuatro cuestiones que definiremos a continuación nos aseguraremos poder emprender sin complicaciones y de forma efectiva un proyecto de diseño de interiores.

1. Emplazamiento del proyecto

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Es habitual que cuando se contrata a un arquitecto para el diseño o reforma de vivienda ya se tenga decidido el emplazamiento concreto. Es por tanto la labor del diseñador el analizar dicho espacio, garantizando que se puedan satisfacer las necesidades del cliente, interpretando los puntos fuertes y lo débiles de la configuración espacial para conseguir la distribución más eficiente.

Hay veces que el cliente propone varias posibilidades para un mismo espacio. Por ello es muy importante estudiar en profundidad ese espacio para definir cuál de ellas ofrece mejor solución a las necesidades planteadas.

Hay otras veces en las que es el propio espacio físico, por sus particulares condiciones, el que genera el programa. La tarea del arquitecto en este caso es la de interpretar esas condiciones inamovibles definiendo la mejor distribución espacial y diseñando un programa que se ajuste a las limitaciones establecidas.

2. Programa de necesidades

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Es fundamental definir las necesidades de quienes habitarán un espacio, y es fundamental hacerlo antes de iniciar el proyecto. Se trata de analizar el comportamiento y el uso que las personas harán de su lugar habitacional o de trabajo, así como las oportunidades y límites que el espacio mismo ofrece.

Todas estas cuestiones pueden ir recogidas de forma precisa en una memoria escrita que haga explícitos las condiciones funcionales, dimensionales y de relación. En base a estos objetivos, claramente definidos, se deberán valorar las diferentes soluciones de diseño que se generarán en las siguientes fases del proyecto.

Dependiendo de la entidad del proyecto de interiorismo, tanto por tamaño como por cantidad de usuarios implicados, puede variar la forma en la que obtenemos la información necesaria para la definición concreta del programa de necesidades. En cualquier caso, éste deberá realizarse mediante la reunión con los diferentes agentes implicados, el análisis de la información que va obteniendo, sintetizando opiniones muchas veces divergentes, y la documentación en clave de conclusiones u objetivos, priorizando criterios para la toma de decisiones proyectuales de diseño concretas y coherentes.

Muchas veces esta exposición escrita de la problemática inicial e incluso el programa de necesidades como tal se evita, por parecer superfluo o por un ahorro de tiempo, pero es fundamental establecerlo para el proceso de diseño, ya que es aquí donde se identifican de una forma precisa los problemas y objetivos del cliente. Una mala compresión de estos objetivos, por no quedar suficientemente claros o por falta de comunicación, puede dar lugar a sobrecostes durante la fase de construcción o directamente a un proyecto que no responda a las necesidades del usuario final del espacio que estamos diseñando.

3. Calendario

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Otro aspecto vital, y que no siempre se define desde el principio, es la planificación temporal ideal del proyecto. Ahí se definen las responsabilidades del arquitecto diseñador, así como los plazos para las tomas de decisiones importantes por parte del cliente.

Este calendario toma referencia de todos los momentos que resultan clave en el proceso del proyecto de interiorismo de forma que el miembro del equipo que se encargue de su supervisión puede hacer un seguimiento y control, asegurando el cumplimiento de los objetivos marcados en los plazos establecidos.

Así aparecen hitos como el momento de negociación del contrato, el momento de la realización del programa de necesidades, estudio del estado original del espacio a configurar, la presentación de las propuestas, revisiones… El plazo para cada actividad lo determinará una comunión de muchos y diversos factores, lo que establece marcos necesariamente flexibles, pero que con la organización y anticipación adecuadas, permite una estimación bastante precisa y que asegura un plan de ruta fiable para el proceso de diseño.

4. Presupuesto

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El presupuesto informa del alcance y profundidad del trabajo contratado, definiendo el nivel de los acabados. Podemos dividir el presupuesto del proyecto de interiorismo en dos conceptos: El coste de la obra (engloba el coste de la obra en sí y los elementos fijos de la instalación, así como el mobiliario y los equipamientos) y los honorarios del arquitecto diseñador, de los consultores y de la gestión del proyecto, tasas administrativas y coste de los seguros oportunos.

Es fundamental que el director del proyecto asegure el cumplimiento del presupuesto de obra. Para ello deberá haberse presentado un presupuesto realista basado en una estimación de precios desde las primeras fases de ideación del proyecto. En proyectos pequeños las cifras son más susceptibles de variar ya que los costes de obra son muy volátiles y se hallan sujetos a cambios que dependen entre otras cosas de la inflación y las condiciones cambiantes del mercado. Por ello se suele incluir una partida de contingencias debidas a factores desconocidos.

Por otra parte, el presupuesto detallado por partidas, y no por metraje, asegura una mayor precisión en los costes reales del proyecto de diseño de interiores.

Un proyecto de interiorismo pone en juego gran cantidad de elementos e implica a numerosos agentes, pero una planificación estratégica clara, definida desde el comienzo, asegura un proceso mucho más eficaz y un resultado final plenamente satisfactorio.